Anoche soñé con un león. Un león coronado, noble, leal, heroico, benéfico y siempre heroico e inmortal, que a lo largo de siglos, desde que del oeste castellano llegó de visita, nos hizo resistir y nunca retroceder, nos obligó a erguirnos como él tras cada caída. Al frente, en pie, tras sus melenas enredadas en el eterno cierzo. Soñé con el león de mis armas de guerra, el que llevamos todos los de este barco marcado en el costillar a hierro y fuego.
En mitad de la noche me levanté. Con un sudor frío recorriendo mi espalda, con el desasosiego de la duda palpitando en mis pulsos. ¿Dónde está el estandarte del león?, ¿quién ha escondido la bandera de seña?, ¿la hemos olvidado en el puerto?, ¿estaremos a tiempo de volver? tal vez nadando el mejor de nuestros hombres llegara a la orilla para traer de nuevo el escudo con él. Salí del camarote, subí a la cubierta, giré hacia la popa y en mitad de la penumbra de la madrugada ví una fina línea de luces amarillas, entonces comprendí que era demasiado tarde para pensar en regresos.
Una amarga soledad me invade desde la noche. Un desamparo que he descubierto también en la miradas perdidas de algunos de mis compañeros. Ganas de gritar y abandonar. Ganas de saltar y dejar que el agua llene los pulmones segundo a segundo.
No soy pirata que luche tras cualquier trapo que se eleve sobre la multitud. Necesito unas garras que arañen mi alma para apretar los dientes y no pensar en la rendición.
sábado, 7 de junio de 2008
Diario de a bordo. Días 18º y 19º.
Publica Mari A las 10:25:00
Etiquetas: Diario de a bordo, Real Zaragoza
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1 comentario:
Muy buen post.
Emotivo y reflexivo a la vez. Alguno se lo tendría que haber leido antes del partido frente al Mallorca.
Un saludo
www.dedomingoadomingo.com
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