Hace cuatro veranos tenía ilusión. Volvía mi entrenador fetiche, volvía el gran Víctor Fernández, el único entrenador que pensaba que nos podía hacer campeón de Liga. Creía en un proyecto de renovación e innovación, en una idea de un nuevo conocido, Agapito Iglesias. Aimar era una estrella y ya teníamos un equipo al que Víctor Muñoz no sabía sacarle todo el provecho. Estaban Gaby y Diego, estaba Cani –aunque se fue ese mismo verano-, estaba Zapater, César en la portería y había dinero para fichar. Era muy feliz. Esa temporada entramos en puestos europeos después de muchos años y un descenso al infierno que creía no volvería a vivir en mi vida, o al menos en muchos años. Y descubrimos a un pequeño “cabezón” que nos hacía sonreir en la grada, un canchero gambetero como hacía tiempo no veíamos.
Hace tres veranos hubo que vender al pequeño de los Milito. No pasa nada, esas cosas ocurren, no somos millonarios y vivimos de esto, quizás fue poco dinero por uno de los mejores centrales de las ligas europeas en ese momento, pero con los pluses por objetivos se queda en una cifra aceptable. Se fichó a Matuzalem e intentamos ser más listos que nadie, ya estaba bien de ir de pardillos por la vida. Vino también Oliveira, un delantero de renombre, y sólo Ayala podía sustituir a Gaby. Volvía tener ilusión, aunque luego los fichajes no funcionaron bien, empezaron a ir las cosas mal. Se empezó a filtrar hiel por las paredes del Zaragoza, empezaron a aparecer dedos acusadores y cuchillos que se entrecruzaban en el aire. Pero yo creía, creía que todos queríamos al Zaragoza y que teníamos que jugar todos juntos para ganar. No se ganó, se perdió. La mala suerte. Jugadores mercenarios y entrenadores incompetentes. Se me cayó un mito a los pies, e incluso llegué a pisarlo –lo siento Víctor-. Estábamos otra vez en segunda y a mí no me quedaban lágrimas.
Hace dos veranos Agapito me devolvió la mueca de felicidad a la cara. La foto me gustaba, Marcelino García Toral en el centro. Ahora sí que estábamos todos juntos para trepar en el pozo. De moderno no tenía nada su fútbol, era el juego rápido en la transición que tanto me gustaba ver hacer a los equipos a italianos, a la Juve de Lippi, al Milán de Sacchi, un tanto espeso en lo defensivo pero con la portería contraria siempre en la mente. Me ganó el asturiano en los entrenamientos de la Romareda –gracias por devolvernos ese placer de ver al equipo entresemana-. Se iban a quedar los tres delanteros estrella, Diego, Oli y Sergio. No se quedó ninguno y el día que se fue Diego no dormí. Pero el que no quisiera estar que se fuese, no me hacía falta. Ascendimos y lo celebré como nunca, lo celebré porque en pleno mes de abril casi nos quedamos tirados camino de Castellón, porque todavía tengo la ropa mojada de aquel día, lo celebré y lloré a solas porque en Salamanca llegué a enfermar por estar junto al equipo –y aun así, seguro que hay muchos que me podéis dar lecciones de zaragocismo, muchos-. Creía en esa desnuda sinceridad de Marcelino y en quienes habían confiado en él. Volvía a admirar y a “querer” a mis chicos, a mis jugadores. GRACIAS. C3C.
El pasado verano era el momento del retorno. Sabía que no iba a ser fácil, a pesar de nuestra historia éramos –somos- recién ascendidos y la última vez nos había costado toda la temporada mantener la categoría. Vino Antonio Prieto para hacer los fichajes y hacer un trabajo de ingeniería económica para completar una plantilla de la que se pudiese formar un equipo. Hacía falta cubrir muchos puestos y poco a poco lo iban haciendo. Vino Pennant, vino Uche, también Pablo Amo, Ábel Aguilar con el título de mejor centrocampista de la Liga Adelante, y vino Babic y el portero de la selección argentina, Juan Pablo Carrizo. Faltaban más fichajes, un delantero goleador y los laterales. Me pasaba todos los días conectada al ordenador y paseando por la Romareda a ver si me enteraba de algo, esperando la ilusión para este año. Ficharon a Poschner. No juega de nada, no entendí muy bien para qué pero pensé que sería bueno porque, al igual que lo hace Bahía Internacional en el Huesca, habiendo sido intermediario y representante podía aportar contactos y una agenda importante de posibles fichajes. Después de él sólo llegaron Obradovic con un bono de Iberia y Lafita que volvía. Encima el TAS osaba dictar sentencia en nuestra contra con el caso Matuzalem. Paciencia, podemos conseguirlo.
Yo creía en ellos aunque algunas cosas no me gustaban. Siempre había una explicación para todo y la fe en que las cosas irían mejor. Hoy ya no creo, ya no tengo fe y me han robado la esperanza. Me queda un león sin identidad, un asiento sucio y doce puntos de miseria. Me quedaba la nobleza y la honestidad de mi entrenador, pero también hizo cosas que no me gustaban, aunque seguía siendo mi entrenador. Mi entrenador y mis jugadores era lo único que sentía mío. Y ahora ya no tengo una parte y además me siento únicamente un número de cuenta al que cargarle un cobro cada mes de julio, porque cuando he expresado mi opinión, me han recordado que no soy nada, porque cuando he preguntado "¿por qué?" nadie me ha contestado, porque me han engañado mintiendo en público, porque no han sabido mantener ni siquiera la imagen de lo que más quiero, del Real Zaragoza. Lo que más quiero porque es lo único – a parte de mi familia, claro- que nunca me ha fallado, que siempre ha estado ahí para mí y yo para él. Porque soy zaragocista, no se por qué, pero lo soy desde el día que nací, y me duele, me duele muy adentro.
Siento vergüenza y únicamente pido que dejen de hacerme daño.