Hay síntomas que calibran la calidad del espectáculo del que se está disfrutando. Por ejemplo, cuando te sientas a la mesa del bar para ver a tu equipo del alma, delante de una enorme pantalla con proyector, te pides hasta dos consumiciones para no tener que levantarte a mitad de partido, reservas sitio para tus amigos para que se sienten lo antes posible y no tener que apartar la vista de la imagen y de repente te das cuenta de que antes del minuto veinte de la primera parte ya estás más pendiente de la conversación con tus colegas y de lo que comentan los de los de la mesa de al lado que de lo que Doblas, Diogo, Contini, Jarosik, Paredes, Ponzio, Gabi, Ander, Boutahar, Bertolo y Sinama están haciendo. Efectivamente, esa actitud suele ser sintomática de lo aburrido que puede llegar a ser un encuentro de fútbol y el de ayer en el Molinón lo fue.
El Sporting ha decidido basar su salvación en el rigor defensivo, en un "prietas las filas" que hace de su línea de retaguardia y su centro de campo un muro complicado de atravesar. Por su parte, el Real Zaragoza tiene por hoja de ruta para la permanencia no tenemos muy claro el qué, porque la defensa hace aguas, y cuando llueve tiene más goteras que la cubierta de la Romareda, menos mal que ayer sólo chispeó y que la velocidad de Diego Castro y Barral no causaron inundación, si acaso algún charco. El mediocampo es una línea anárquica que ni ata ni desata, insuficientes en el corte de balón, suspensos ordenando el juego y lanzando el ataque. El ataque: cuando el delantero más peligroso de tu plantilla es un chico que lleva año y medio sin jugar y que apenas ha jugado dos partidos con esta camiseta es otro síntoma, síntoma de que careces de lo más fundamental del fútbol que no es otra cosa más que el gol. No quiere decir que los demás jugadores no puedan marcar, quiere decir que no hay un profesional del gol que solucione eficientemente las jugadas de ataque, las escasas jugadas de ataque. Eficacia y solvencia y ni Braulio ni Sinama son eficaces ni solventes y mucho menos constantes. De Marco Pérez ni sabemos ni se le espera y Uche es el cartel de neón medio destartalado de un hostal de área de servicio en la medianoche de una carretera comarcal. Demasiado poco para soñar, suficiente para creer que mañana no puede ser peor.
Ya habíamos pedido la segunda coca-cola y acabado media bolsa de pipas cuando llegó el descanso. Para entonces ya le habíamos vuelto a ver las vergüenzas a Jiri Jarosik, Diogo mantenía su media de patadas por partido y el azucarillo que es este Real Zaragoza ya empezaba a disolverse una tarde más. Nuevo síntoma en forma de estadística: más disparos que el Sporting, ni uno sólo entre los tres palos mientras que los gijonenses habían acertado con la portería casi en un 100%. Eficacia y solvencia -otra vez-.
Pusimos sobre la mesa media docena de gominolas, cuatro regalices de los grandes y unos cien gramos de maíz. Aguirre por su parte, sacó a Uche y a Braulio en lugar de Boutahar y Sinama mientras en la radio sonaba Julio Iglesias cantándonos al oído aquello de "la vida sigue igual...". Igual siguió, igual acabó, porque pretender a estas alturas que D. Jorge López pueda ser un revulsivo, un revolucionario del juego, una chispa, un acicate, la pimienta de este guiso, es mucho pretender.
Entre pipa y kiko estábamos, comentando que Doblas, para llevar tantos días sin jugar, tampoco lo ha hecho tan mal, justito en las salidas, como siempre, cuando justo en ese momento se nos heló la sangre con el gol del Sporting. Otra vez no, por favor. Menos mal que el auxiliar de Iturralde estuvo atento para ver la posición de fuera de juego e indicar al señor colegiado que el tanto debía ser anulado. Después de aquello el recuerdo del Rico Pérez planeó sobre nuestros pensamientos y lo debió hacer también sobre los de Javier Aguirre que creyó conveniente mantener el pajarillo que teníamos agarrado antes que regalar tres pichones al enemigo.
Y así se fue acabando el partido, con la misma absurdez y monotonía que se terminó la bolsa de pipas, con la sorpresa de algunos granos de sal que vinieron a ser Ike Uche ensayando su disparo desde el fuera de juego. Se fue la tarde como se retira la marea de la playa de San Lorenzo, rápida y en silencio como se nos van los puntos de vida que teníamos cuando empezó este febrero revoltoso.
Ahora viene marzo hostil, con Serrat recordando su niñez en el Mediterráneo y los acordes de Kepa Junkera. ¿Y a nosotros quién nos cantará?, ¿quién le escribirá una canción a este león cobarde, a esta corona sin rey, a este blanco y este azul que no reflejan ni sol ni cielo, que son niebla en invierno y tormenta en verano que empapa y no riega?. ¿Quién nos saca de este secano?.
Ficha de partido:
Real Sporting de Gijón: Cuéllar, Botía, José Ángel, Ivan Hernández, Lora, André Castro (Carmelo, min. 76), Eguren, Nacho Cases (Nacho Novo, min. 76), Diego Castro, De las Cuevas (Ayoze, min. 86) y Barral.